La calle de los sueños
Luca di Fulvio
Grijalbo
676 pàgines.
Ellis Island, 1909
Cetta estaba en la cola con los otros inmigrantes. Extenuada por
el viaje y por las vejaciones sexuales del capitán, miraba al médico de la Oficina Federal de Inmigración que abría los ojos y las bocas a los desharrapados, como hacía su padre con los burros y las ovejas. A algunos les escribía una letra con tiza en la ropa, sobre la espalda. Los que tenían la letra sobre la espalda eran llevados a un pabellón, donde otros médicos los aguardaban. Los demás seguían avanzando hacia las mesas de la aduana. Cetta miraba a los policías que observaban cómo los funcionarios sellaban los documentos.Veía la desesperación de aquellos que, después de viajar hasta allí como animales, eran rechazados. Pero era como si Cetta no estuviese allí con ellos. (Fragment de la novel·la La calle de los sueños)
Cetta estaba en la cola con los otros inmigrantes. Extenuada por
el viaje y por las vejaciones sexuales del capitán, miraba al médico de la Oficina Federal de Inmigración que abría los ojos y las bocas a los desharrapados, como hacía su padre con los burros y las ovejas. A algunos les escribía una letra con tiza en la ropa, sobre la espalda. Los que tenían la letra sobre la espalda eran llevados a un pabellón, donde otros médicos los aguardaban. Los demás seguían avanzando hacia las mesas de la aduana. Cetta miraba a los policías que observaban cómo los funcionarios sellaban los documentos.Veía la desesperación de aquellos que, después de viajar hasta allí como animales, eran rechazados. Pero era como si Cetta no estuviese allí con ellos. (Fragment de la novel·la La calle de los sueños)
La Nova York dels anys vint torna a ser l’escenari d’una novel·la. L’italià Luca Di Fulvio s’endinsa en aquella Nova York on els gangsters i les màfies eren els que dictaven el dia a dia de la ciutat. La calle de los sueños és la història èpica d'un jove emigrant que encarna el somni americà i la lluita per sobreviure. L’anomenen Christmas perquè així li va batejar l'agent de duanes quan va arribar amb la seva mare al port de Nova York fugint de la pobresa d'Itàlia. A Estats Units, la terra de les oportunitats, troben un món efervescent, en el qual jueus, italians, irlandesos i negres lluiten per ocupar un lloc, i en el que les màfies i els gàngsters dicten les regles del joc.
Christmas, lluita per complir els seus somnis i sortir dels suburbis. Per a això ha d'enfrontar-se a una realitat en la qual impera la falta de prejudicis i la força, regles que no es poden canviar. Llevat que... es tingui un do especial. I Christmas el té. La seva fabulosa capacitat per explicar històries fa somiar tots els qui ho escolten. Quan comença a treballar en un mitjà ple de màgia com és la ràdio, un nou món ple d'oportunitats s'obre per a ell...
Manhattan, 1922
Qué clase de nombre es ese?
—Métete en tus asuntos.
—Es nombre de negro.
—¿Te parezco negro?
—Tampoco pareces italiano.
—Soy americano.
—Sí, claro… —bromearon los chicos que lo rodeaban.
—Soy americano.
—Si quieres entrar en nuestra banda tienes que cambiarte ese nombre de mierda.
—Que os den por culo.
—Que te den por culo a ti, jodido Christmas.
Christmas Luminita se alejó con paso cansino e indolente, las manos en los bolsillos, el mechón de pelo rubio revuelto sobre la frente y una sombra de pelusa que se le empezaba a formar sobre el labio y en la barbilla.Tenía catorce años pero ojos de adulto, como muchos de los chicos de su edad que se habían criado en los pisos sin ventanas del Lower East Side.
—¡Formaré mi propia banda, idiotas! —gritó cuando tuvo la seguridad de que ya no estaba al alcance de una pedrada.
Manhattan, 1922
Qué clase de nombre es ese?
—Métete en tus asuntos.
—Es nombre de negro.
—¿Te parezco negro?
—Tampoco pareces italiano.
—Soy americano.
—Sí, claro… —bromearon los chicos que lo rodeaban.
—Soy americano.
—Si quieres entrar en nuestra banda tienes que cambiarte ese nombre de mierda.
—Que os den por culo.
—Que te den por culo a ti, jodido Christmas.
Christmas Luminita se alejó con paso cansino e indolente, las manos en los bolsillos, el mechón de pelo rubio revuelto sobre la frente y una sombra de pelusa que se le empezaba a formar sobre el labio y en la barbilla.Tenía catorce años pero ojos de adulto, como muchos de los chicos de su edad que se habían criado en los pisos sin ventanas del Lower East Side.
—¡Formaré mi propia banda, idiotas! —gritó cuando tuvo la seguridad de que ya no estaba al alcance de una pedrada.
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