Gabriel Garcia Marquez
Mondadori
160 pàgines.
Malgrat definir els discursos com el més terrorífic dels compromisos humans, Gabriel Garcia Márquéz recopila a Yo no vengo a decir un discurso, els millors discursos que ha realitzat al llarg de la seva vida.
No vengo a decir un discurso recull 22 texts per ser llegits en veu alta que daten de 1944 a 2007, inclosos els que va escriure per a la cerimònia de lliurament del Premi Nobel, titulat "La solitud d'Amèrica Llatina", i el del Premi Rómulo Gallegos el 1972.Comença amb un discurs que va pronunciar als 17 anys en una cerimònia de graduació al Liceu Nacional de Barons de Zipaquirá i acaba amb el discurs que va oferir al ser homenatjat el 2007 pels seus 80 anys en Cartagena de Indias, en el marc del Congrés de la Llengua.García Márquez, que ha participat en l'elaboració d'aquest llibre, on trcata de temes, com la política, l'ecologia i la proliferació nuclear, i també dels seus amics com Álvaro Mutis i Julio Cortázar
Caracas, Venezuela, 3 de mayo de 1970
Primero que todo, perdónenme que hable sentado, pero la verdad es que si me levanto corro el riesgo de caerme de miedo. De veras. Yo siempre creí que los cinco minutos más terribles de mi vida me tocaría pasarlos en un avión y delante de veinte a treinta personas, no delante de doscientos amigos como ahora. Afortunadamente, lo que me sucede en este momento me permite empezar a hablar de mi literatura, ya que estaba pensando que yo comencé a ser escritor en la misma forma que me subí a este estrado: a la fuerza. Confieso que hice todo lo posible por no asistir a esta asamblea: traté de enfermarme, busqué que me diera una pulmonía, fui a donde el peluquero con la esperanza de que me degollara y, por último, se me ocurrió la idea de venir sin saco y sin corbata para que no me permitieran entrar en una reunión tan formal como ésta, pero olvidaba que estaba en Venezuela, en donde a todas partes se puede ir en camisa. Resultado: que aquí estoy y no sé por dónde empezar. Pero les puedo contar, por ejemplo, cómo comencé a escribir.
Primero que todo, perdónenme que hable sentado, pero la verdad es que si me levanto corro el riesgo de caerme de miedo. De veras. Yo siempre creí que los cinco minutos más terribles de mi vida me tocaría pasarlos en un avión y delante de veinte a treinta personas, no delante de doscientos amigos como ahora. Afortunadamente, lo que me sucede en este momento me permite empezar a hablar de mi literatura, ya que estaba pensando que yo comencé a ser escritor en la misma forma que me subí a este estrado: a la fuerza. Confieso que hice todo lo posible por no asistir a esta asamblea: traté de enfermarme, busqué que me diera una pulmonía, fui a donde el peluquero con la esperanza de que me degollara y, por último, se me ocurrió la idea de venir sin saco y sin corbata para que no me permitieran entrar en una reunión tan formal como ésta, pero olvidaba que estaba en Venezuela, en donde a todas partes se puede ir en camisa. Resultado: que aquí estoy y no sé por dónde empezar. Pero les puedo contar, por ejemplo, cómo comencé a escribir.
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